¿Por qué es importante Chomsky?


Chomsky-youngEl 7 de diciembre de 2018, Noam Chomsky cumple 90 años. No quiero ser ajeno a semejante aniversario de mi héroe intelectual y me gustaría aprovechar la ocasión para explicar en términos comprensibles (es decir, accesibles a quienes no están inmersos en la jerga de la lingüística generativa) por qué este hombre es tan importante, no solo para la lingüística, sino para la ciencia cognitiva en general. Y no solo para los generativistas, sino para todos los estudiosos del lenguaje y de la mente humana.

El problema es que hay mucha gente que lo conoce y lo comprende mucho mejor que yo y ya lo ha explicado antes maravillosamente. Me daban ganas de ahorrarme el trabajo y simplemente copiar algunas páginas escritas por Neil Smith en su excelente libro Chomsky: Ideas and Ideals de 1999, pero me conformaré con incluir en mi texto algunas citas largas, con la esperanza de que animen a volver a esa más completa presentación de nuestro personaje, sus ideas y sus ideales. [Las citas de Smith están tomadas de traducción al español].

¿Por qué es Chomsky tan importante? En mi opinión, la principal aportación de Chomsky a la lingüística moderna, y que ciertamente transciende esta disciplina, es el haber introducido en un contexto moderno y científico una visión de la mente y la cognición humanas opuesta al empiricismo originado por Hume y Locke. Según ese punto de vista, la mente es una especie de ‘pizarra en blanco’ (tabula rasa) y la experiencia escribe en esa pizarra dando forma a los sistemas de conocimiento. La mente, así, es un reflejo de las regularidades estadísticas del mundo externo en el que se desarrolla. Pero el trabajo de Chomsky sobre la sintaxis de las lenguas humanas vino a poner de manifiesto que este modelo era clamorosamente insuficiente para explicar cuál es la estructura de las lenguas y cómo es posible que los niños las adquieran. Lo que vino a mostrar ya en sus primeros trabajos es que los hablantes saben mucho más de lo que han podido aprender a partir de los estímulos lingüísticos del entorno. Por así decirlo, Chomsky descubrió que hay una estructura computacional compleja e interna subyacente a las secuencias lineales de palabras de la gramática tradicional, y argumentó, en contra de la visión imperante en el momento, que el origen de esa estructura está en el propio cerebro, y no fuera del mismo. El lenguaje se convertía entonces en una especie de ‘objeto natural’, un atributo de nuestra especie (seguramente resultado de la evolución natural) que merecía ser estudiado como cualquier otro objeto de estudio de la ciencia natural.

Tal y como lo formula Smith, y creo que no se puede explicar mejor en un solo párrafo, Chomsky es importante porque «ha demostrado que en realidad hay un único lenguaje humano: que la inmensa complejidad de las incontables lenguas que oímos a nuestro alrededor no pueden ser otra cosa que variaciones sobre un único tema. Ha revolucionado la lingüística, y al hacerlo ha introducido un zorro en el gallinero filosófico. Ha resucitado la teoría de las ideas innatas, ha demostrando que una parte considerable de nuestro conocimiento está determinada genéticamente; ha rehabilitado ideas racionalistas con siglos de antigüedad, pero que habían caído en el descrédito; y ha aportado pruebas de que el ‘conocimiento inconsciente’ es lo que subyace a nuestra capacidad de hablar y de entender. Ha contradicho a la escuela del conductismo, dominante en el ámbito de la psicología, y ha restituido el protagonismo de la mente en el estudio del ser humano. En pocas palabras: Chomsky ha cambiado nuestra forma de pensar en nosotros mismos, labrándose un lugar en la historia del pensamiento a la altura de Darwin y de Descartes. Y lo ha hecho mientras dedicaba la mayor parte de su tiempo a la disidencia y al activismo político: documentando las mentiras del gobierno, sacando a la luz las influencias ocultas de los grandes negocios, desarrollando un modelo de orden social y ejerciendo de conciencia de Occidente.»

De lo sorprendente y singular de su vasta y ambivalente influencia habla la siguiente anécdota: se cuenta que en uno de los primeros viajes que Noam hizo a Polonia (Chomsky es un apellido relativamente común en ese país), algunos de sus anfitriones simplemente no podían creerse que el Chomsky lingüista era la misma persona que el Chomsky activista anarquista. Algo parecido se cuenta del otro gran lingüista de la historia, Ferdinand de Saussure. Cuando un joven Ferdinand se presentó en la Universidad de París como el nuevo profesor de Lingüística Indoeuropea, algunos profesores parisinos le preguntaron si acaso era hijo del gran lingüista suizo Saussure, el autor de la Mémoire sur le système primitif des voyelles dans les langues indo-européennes, que en realidad era su tesina de licenciatura.

Entre los personajes más influyentes de este siglo, afirma Smith, «figuran personalidades tan dispares como Einstein, Picasso y Freud, y con todos ellos Chomsky tiene algo en común: como Freud, pero con mayor rigor intelectual, ha cambiado el concepto que teníamos sobre la mente; como Einstein, combina la intensa creatividad científica con el activismo político radical; como Picasso, ha puesto patas arriba sus propios principios con asombrosa frecuencia.»

De hecho, en el Arts and Humanities Citation Index (entre 1980 y 1992) Chomsky fue citado 3,874 veces, lo que lo convierte en la persona viva más citada en ese periodo y la octava incluyendo a los ya muertos. La lista completa de los diez primeros (en orden de citas acumuladas) es elocuente sobre su influencia: Marx, Lenin, Shakespeare, Aristóteles, la Biblia, Platón, Freud, Chomsky, Hegel y Cicerón. Paro además, en el mismo periodo, aparece citado otras 1.619 veces en el Science Citation Index.

Chomsky-RussellSmith y otros destacan la similitud entre Chomsky y Bertrand Russell, quien en una de sus primeras obras, Principia Mathematica, redefinió los cimientos de las matemáticas, y dedicó gran parte de su vida al activismo político. En efecto, Chomsky ha dicho alguna vez que Russell es una de las pocas personas a las que realmente admira y (como se muestra en la foto) un gran póster del matemático británico presidía su mítico despacho en el MIT. De manera similar, Chomsky introdujo con sus primeras obras publicadas (Estructuras sintácticas, de 1957 y Aspectos de la teoría de la sintaxis, de 1965) una auténtica revolución en la lingüística y en la ciencia cognitiva.

Como he señalado, lo que hace revolucionaria la aportación inicial de Chomsky, lo que permite que podamos considerarlo uno de los fundadores de la ciencia cognitiva, es que mostró que una gramática no es una descripción más o menos sistemática de una lengua, sino que es una teoría de una lengua, y, como tal, dicha teoría está sujeta en su construcción y en su evaluación a las mismas restricciones y principios que cualquier otra teoría científica. Otro logro central y revolucionario, incontestable, de Chomsky fue situar la sintaxis en el centro de la teoría lingüística. Y la sintaxis está relacionada con uno de los rasgos centrales y definitorios del lenguaje y del pensamiento humanos: la creatividad.

Algunos autores (véase la introducción a Otero ed. 1994) consideran que la ciencia cognitiva nació el 11 de septiembre de 1956. Se eligió esa fecha porque ese día se presentaron tres ponencias cruciales en un simposium sobre Teoría de la Información en el MIT: una de Herbert Simon y Allen Newell sobre resolución de problemas (la demostración de un teorema de los Principia Mathematica usando un ordenador), el artículo legendario de George A. Miller sobre los límites de la memoria a corto plazo y, por supuesto, la propuesta de Chomsky «Three models for the description of language». En dicho artículo, un Chomsky de 27 años (aunque el texto data de varios años antes), demostró que la expectativa de generar el lenguaje humano con un autómata de estados finitos (básicamente uno que opera con relaciones lineales entre palabras y estadística) era infundada, lo que venía a socavar el modelo matemático del lenguaje sobre el que se asentaba la lingüística estructural y conductista anterior.

El efecto central de esta aproximación chomskiana al lenguaje fue mostrar que el comportamiento lingüístico implica el uso de un conocimiento del lenguaje, y que dicho conocimiento no se plasma o realiza de manera directa en el comportamiento. Se plantea entonces, como señala Otero, un problema de complejidad cualitativo y no cuantitativo: la única salida del atolladero era entonces postular un nivel abstracto de ‘mente’ como un principio explicativo (un poco como Newton había postulado la gravedad) y proceder a estudiar sus propiedades y organización. Lo que impulsó Chomsky fue, por tanto, un cambio radical de perspectiva en la ciencia cognitiva: del estudio del comportamiento y de los resultados del comportamiento, al estudio de los sistemas mentales de computación y representación. La consecuencia directa es que entonces el estudio de la mente/cerebro (recuérdese que la mente es una visión abstracta del cerebro) se puede hacer sin apartarse del método estándar de las ciencias naturales.

La influencia de Chomsky se ha extendido más allá de tres campos en los que ha tenido un impacto profundo (la lingüística, la filosofía y la psicología), tales como la antropología, las matemáticas, la música, la educación, la crítica literaria o la teología (!). En todo caso, como señala Smith «su obra en estos campos [lingüística, filosofía y psicología] ha sido siempre innovadora y controvertida». Es cierto que en las tres áreas ha sido profusamente malinterpretado y uno de los objetivos del libro de Smith es precisamente explicar por qué se le ha adulado y a la vez se le ha vilipendiado tanto. En algunos casos, según el autor, es tarea sencilla: las ideas preconcebidas que causan los malentendidos son fácilmente detectables. Pero en otros casos es más difícil «comprender tanta hostilidad». Aunque Smith no lo sugiere, no son pocos quienes creen que sus ideas políticas son a veces la explicación de los furibundos ataques, pero eso no lo puede explicar todo. Como ha dicho en alguna ocasión el propio Chomsky, quizá sea que ¡el empiricismo es innato!

La obra de Chomsky es amplísima: ha publicado cerca de un centenar de libros -aunque es cierto que se repite mucho- y cientos de artículos y capítulos, además de haber escrito decenas de miles de cartas. Como dice Smith, «su dominio de una enorme cantidad de campos es abrumador: cuestiones de actualidad de todo el mundo, política, historia, lingüística, filosofía, psicología, matemáticas… Quedan pocos campos de los que Chomsky no tenga conocimiento. Lograr esta maestría en tantos campos requiere ‘fanatismo’ y, como él mismo dice, capacidad y entrega para ‘trabajar como un loco’. También requiere un enorme valor, una entrega inagotable y la renuncia al tiempo libre. Él mismo escribió: ‘Hace falta tener un ego muy grande para soportar el hecho de estar diciendo algo distinto de lo que dice el resto de la gente’. Chomsky considera que su aportación es ‘pre-galileana’, aunque Berlinski probablemente tiene razón cuando lo considera ‘tan grande como Galileo’. A finales del siglo XVI, Galileo fundó el método experimental que sostiene a toda la ciencia moderna; a finales del siglo XX, Chomsky está considerado el autor de la revolución cognitiva que comienza a ampliar ese método al estudio de la mente

Pero como también señala Smith, no todos comparten esta positiva valoración de su figura: «el filósofo Richard Montague lo ha llamado ‘uno de los grandes fraudes de la ciencia del siglo XX’ (el otro era Einstein, de modo que al menos está en buena compañía); lo han tachado de ‘oportunista… que aplaude la corrupción y hace apología de la indiferencia del gobierno frente a protestas contra la guerra y el colonialismo’; lo han llamado ‘el gran chiflado americano’ y lo han acusado de estar ‘fuera de los límites de la responsabilidad intelectual’. Ha sido encarcelado varias veces por su activismo político y con frecuencia ha sufrido amenazas de muerte. Una polarización de opiniones tan marcada requiere una explicación, y una de las razones por las que [Smith escribió su libro] es precisamente para sentar las bases de esa explicación.»

Smith admite (sin rubor) que Chomsky es su héroe intelectual (aunque no siempre esté de acuerdo con él). También lo es el mío, no solo por la enorme influencia intelectual que ha ejercido en todo lo que (mejor o peor) he hecho en mi carrera, sino porque también es un modelo de vida.

En un reciente artículo, Bruce E. Levine sostiene que una de las claves que explican que un activista anarquista haya llegado a los 90 años sin renegar de sus ideas y sin desmayo, incluso sobreponiéndose a la típica autodestrucción de muchos de sus colegas de lucha, está en haber sabido digerir la rabia y vivir armónicamente. En palabras de Chomsky, que Levine cita: «Mira, no vas a ser efectivo como activista político a menos que tengas una vida satisfactoria». Aunque Levine no lo sugiere, creo que se podría afirmar que una clave esencial para esa vida satisfactoria de nuestro héroe no ha sido solo tener un buen puesto en una Universidad fantástica y un barquito en el que navegar por un lago, sino, sobre todo, haber tenido una increíble carrera científica, con una influencia en su ámbito sin parangón en la ciencia actual.

Como señala Smith, «a pesar de su capacidad para derribar los edificios que él mismo ha creado, sus compromisos morales y los fundamentos intelectuales de su obra tienen un carácter atemporal que claramente se remonta a su infancia.» Según Smith,  tanto en lingüística como en política, sorprende la capacidad de Chomsky para llegar hasta el fondo de cada asunto y para sacar de él «lo que hay de defendible y constructivo y desechar cuanto tiene de deshonesto, inmoral o irracional», y por ello lo compara, en el espíritu y en los logros, con Darwin, quien escribió a su amigo y mentor Henslow:

«Creo que existe, y siento dentro de mí, un instinto que me guía hacia la verdad, o hacia el conocimiento o el descubrimiento, de la misma naturaleza que el instinto de la virtud, y creo que el hecho de que tengamos ese instinto es razón suficiente para las investigaciones científicas insulso si nunca se deriva de ellas ningún resultado práctico» (Darwin, citado por Neil Smith)

Y, en efecto, la palabra verdad aparece en el origen de sus dos dedicaciones esenciales. Cuando define lo que debe ser el periodismo político, sentencia escuetamente: ‘descubre la verdad y cuéntala’. Cuando define el objetivo de la lingüística se refiere a ‘descubrir la verdad acerca del lenguaje’.

Como sucedió con Darwin, sabemos que ha habido una revolución chomskiana no porque todos los lingüistas sean chomskianos (nada más lejos de la realidad), sino porque todo lingüista que quiera encontrar un consenso sobre una nueva teoría del lenguaje tiene que demostrar que la suya es mejor que la de Chomsky. No hay mejor prueba de que Chomsky cambió la lingüística y la ciencia cognitiva para siempre.

3 comentarios

  1. Gracias por recordarlo. ¡Cuán necesario! Por cierto, no quiero dejar de mencionar a otro grupo de personas para los cuales Chomsky es el archivillano. Es el formado por los ingenieros que diseñan algoritmos en Google o en Facebook, en especial los que se dedican a la traducción automática. La ciencia cognitiva de naturaleza simbólica que Chomsky inaugura según mencionas es la sombra que persigue sin descanso a los mandarines del aprendizaje automático («deep learning»).

  2. Qué buen artículo, ¡muchas gracias!

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