La importancia de llamarse catalán: lingüística y política a propósito de una decisión equivocada


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La aprobación de la nueva versión de la Ley de Lenguas de Aragón ha tenido una notable repercusión en los medios y en las redes sociales, fundamentalmente por su decisión de referirse al catalán de Aragón como la lengua aragonesa propia del área oriental (LAPAO), esto es, de escamotear el término catalán en la denominación de lo que se habla en dicha área.

A mí, personalmente, no me ha sorprendido ni la decisión de las Cortes de Aragón (apoyada por la derecha política, el PP y el PAR) ni, por supuesto, la airada reacción en contra de las restantes fuerzas políticas aragonesas (más o menos de izquierdas). Tampoco me ha sorprendido, de hecho la comparto, la desaprobación de cuantos lingüistas profesionales se han pronunciado al respecto. Pero lo que menos me ha sorprendido es la también airada reacción de los nacionalistas catalanes, que han visto en ello un ataque a la unidad de su lengua (quizá muchos de los que ahora se rasgan las vestiduras deberían revisar sus críticas al “imperialismo” del Instituto Cervantes o de la Real Academia Española en lo que respecta a la unidad de la lengua española).

En esta breve reflexión me gustaría intentar separar (en la medida en que ello sea posible) la ideología política de la lingüística, para intentar comprender mejor qué hay detrás de cada una de esas reacciones.

Pero primero unos hechos básicos para centrar la discusión. Todos los seres humanos hablamos nuestro propio idiolecto. Cuando los idiolectos de varias personas son muy similares, decimos que hablan el mismo dialecto (o la misma variedad). Cuando los dialectos de varios grupos son muy similares, decimos que hablan la misma lengua. Nadie habla una lengua directamente, sino (simplificando) un idiolecto que pertenece a un dialecto que pertenece a una lengua. Los dialectos son grupos de idiolectos similares y las lenguas son grupos de dialectos similares. No hay más misterio. A nadie se le ocurre poner un nombre a los idiolectos (necesitaríamos al menos tantos nombres como personas), pero sí es útil poner nombre a los dialectos y a las lenguas, al menos desde que el primer grupo de humanos se encontró con otro que hablaba diferente.

El criterio lingüístico para determinar si dos dialectos forman parte de la misma lengua o de dos lenguas distintas se basa esencialmente en el grado de semejanza y en el origen histórico (que suele ser la fuente de la semejanza, aunque no exclusivamente). Empleando con los estándares habituales el criterio de la semejanza (fonética, léxica y morfosintáctica) y el del origen histórico, no cabe ninguna duda de que lo que se habla, junto con el español, en el área oriental de Aragón es un dialecto (o más de uno) del catalán, de la misma manera que, usando los mismos criterios, cabe decir que lo que se habla en México, Colombia y Argentina (hecha excepción de las lenguas amerindias) son dialectos del español. Quien piense que la LAPAO no es un miembro del grupo dialectal catalán debería revisar su definición de qué es la lengua española, incluso dentro de la península.

Por su parte, los criterios históricos para denominar las lenguas y dialectos son variados y prolijos de repasar, pero en general se ha impuesto (en Europa al menos) el criterio territorial, de manera que se denomina a la lengua y al dialecto en función del territorio en el que viven (o del que proceden) las personas que los hablan (castellano de Castilla, catalán de Cataluña, italiano de Italia, piamontés del Piamonte, etc.).

El problema, claro, es que las fronteras entre lenguas y entre territorios no necesariamente coinciden: las fronteras entre lenguas son difusas y continuas, mientras que las fronteras políticas son precisas y arbitrarias, como las líneas sobre un mapa. Esto normalmente se resuelve ignorando la inexactitud geográfica a favor de la semejanza idiomática, de manera que hablamos del inglés en EEUU, del español en Colombia o del francés en Quebec (aunque sabemos que son dialectos en ocasiones muy diferentes de los del territorio de origen). No ha sido así en el caso de la nueva ley de lenguas aprobada por las Cortes aragonesas, que ha privilegiado el criterio territorial sobre el lingüístico: no lo llamamos catalán porque esto no es Cataluña, sino Aragón. No se pudo usar la misma estrategia de la Comunidad Valenciana (donde llaman oficialmente valencià a su dialecto del catalán) porque en Aragón también hay aragonés (variedad que filogenéticamente no pertenece ni al español ni al catalán). Pero el objetivo es el mismo: proyectar una frontera política sobre una realidad lingüística, como si pudiera haber corzos españoles y corzos franceses en el Pirineo.

¿Por qué los partidos de derechas aragoneses (y por qué muchos de los hablantes del catalán de Aragón) no quieren denominar catalán a este dialecto?

Para mí es evidente que la razón no es que crean realmente que esos dialectos no son catalanes (aunque algunos afirman creerlo), sino por una mezcla (variable en su composición) de nacionalismo aragonés, nacionalismo español y oposición al nacionalismo catalán. Esto es un conflicto de nacionalismos, no un conflicto científico sobre la filiación genética de una lengua. Los nacionalistas catalanes, que suelen incluir los territorios orientales de Aragón en sus mapas de los països catalans (asumiendo que donde se habla catalán es Cataluña), no han ayudado mucho en esto, desde luego, especialmente desde que el catalanismo se ha hecho activamente independentista.

¿Y por qué los partidos de la izquierda (incluyendo los nacionalistas aragoneses de CHA) consideran que se debe usar el criterio lingüístico y no el territorial para la denominación? Una posible respuesta es que las personas de izquierdas son más sensibles a la opinión de los expertos en clasificación genética de las lenguas que las personas de derechas, pero es poco probable que la opinión que uno tenga de la sanidad pública o privada, del libre comercio o del nivel impositivo ideal se correlacione con la capacidad de juicio racional, lo que pone de manifiesto que el criterio científico en realidad es irrelevante para unos y para otros (si te viene bien lo usas, y si no, lo ignoras). Y es lógico que así sea, puesto que en realidad la denominación científica de una lengua, aunque suela coincidir con la denominación común, es independiente de la legislación y de las denominaciones de las lenguas propuestas por los gobiernos u otras entidades administrativas (y hasta por los hablantes). Así, por mucho que la nueva ley recién aprobada escamotee el término catalán en la denominación de la lengua hablada en el área oriental de Aragón, los lingüistas la seguirán tratando a efectos de investigación y descripción como un dialecto del catalán -que es lo que es- y sus hablantes seguirán hablando dialectos catalanes, aunque sean propios de Aragón.

Es posible que si el catalán (como suma de dialectos catalanes), en lugar de catalán, se denominara, pongamos por caso, iberorromance oriental-1 nadie objetaría que al catalán de Aragón se lo denominara iberorromance oriental-1.7, pero las cosas no son así, porque las lenguas no son animales o vegetales, sino sistemas de conocimiento y de comunicación que se insertan en la identidad de las personas. Imaginemos que una administración acuerda que su variedad local de oveja no pertenece a la especie de las ovejas (Ovis orientalis) y se inventa un nombre para una nueva especie (p.e. Ovis Villabajensis). Eso es lo que ha hecho el gobierno de Aragón. El problema es que la ocurrencia con la oveja no tiene mayor repercusión que la hilaridad de los taxónomos, mientras que la ocurrencia con la lengua, a la hilaridad de los lingüistas, suma una posible afección a la vida de los hablantes. Éstos, por cierto, parecen bastante divididos al respecto, algo irrelevante para el lingüista (sería como preguntarle a la oveja a qué especie pertenece), pero que debería ser necesariamente relevante para los políticos. ¿Lo ha sido?

11 comentarios

  1. «Hola», creo que así se me ha entendido el saludo, espero.

    Aunque si dijese «yeeeepa» o quizás «cooooo» no habría dejado de expresarme en español de castilla de la comunidad autónoma de Aragón de la provincia de Zaragoza, de la comarca del mismo nombre entre el Castellar y la Muela. Pero para más señas diré también «pasa puéees?!» Y por otro lado aprovecharé para decir que en esta misma zona es reconocido que se habla el mejor y más correcto castellano según su Real Academia, sin tan siquiera haber sido nunca de Castilla.

    Hechas las presentaciones: me gustaría comentar al respecto de lo que el autor-articulista defiende sobre lo que él cree que nadie puede negar, que es que en zonas de Aragón se hablan dialectos del Catalán.

    Está muy bien defendido, lo reconozco. Pero es que no aporta usted ni una sola prueba de que esto que se habla en zonas de Aragón sea un dialecto o varios del Catalán.

    Por ese mismo silogísmo podría yo decir que la raíz del Catalán, del Valenciano, del Mallorquín y del Piamontés no son más que dialectos asentandos de un aragonés primigéneo que ha dado como resultado todo esto y como es lógico tiene más que ver con esa familia (por ser todas ovejas) que con las de castellano que apesar de ser rumiante (latín), son de la familia de los caprinos. Fijate tu que fácil es darle la vuelta a la tortilla y que valga lo mismo un argumento que el otro o invalidar el del uno con el del propio.

    Ironías, fronteras, nacionalismos y sanseladas aparte, mi opinión es que las (llamemos lenguas para facilitar) están muy vivas, se transforman a cada minuto, nacen entelequias a cada hora, y la lengua de cada cual, la que aprende en la cuna es y será su gueña digital para que su cerebro interprete el amor, el cariño, el beso, el abrazo…..

    Ahora bien, y por mojarme el culo, si es catalán qué?. Va a poner la Generalidad dinero para pagar la educación en Aragón, que lo pongasi quiere. Yo encantado pero se lo administro yo. Que quiere poner la Generalidad perricas para hacer cursos de literatura, perfecto, que las ponga. Yo encantado también pero se las administro yo.

    Ah, que lo que quiere hacer es ponerlas pero administrarselas ella misma en un territorio que no tiene competencias, de acuerdo, pues perrica que el estado español ponga en Cataluña para lo mismo también podrá administrarla el estado español o qué? Digo yo, vamos parece lo lógico y justo, no?

    En definitiva, que se han cascado una estupidez las Cortes de Aragón? Pues sí. Que los catalanes querian aprovechar ese rescoldo para abrir brecha política metiendo el morrico? También. Que hay gente que le jode en Aragón que le digan que habla Catalán? Por supuesto. Que en Cataluña hay personas que les jode que les digan que hablan una delas lenguas de España? Desde luego.

    Va a decirle los gobiernos, las administraciones, los partidos políticos, los académicos, loslingüistas y los bufones como se llama lo que hablan las personas. PUES NO, POR QUE YO HABLO LO QUE ME SALE DE LAS NARICES Y ESO NO LO PONE EN NINGUNA LEY.

  2. Todos aprendemos en las escuelas lenguas normalizadas, si en la Franxa deja de enseñarse catalán normativo se llegará al punto de que no puedan entenderse con hablantes de catalán de otras zonas, y supongo que eso es lo que pretenden con la nuev ley.

    1. yo soy de la franja, y hablo con el dialecto de mi pueblo, tambien fui de las primeras generaciones que sufrimos la imposicion del catalan, si digo sufrimos, pues se nos inculcava a abandonar por medio de presiones y comidad de coco nuestra lengua natural y que deviamos expresarnos en catalan normalizado, (curiosamnente lo mismo hacian unos años antes con el catalan la ditadura de franco), años despues mitrabjo de cocinero me llevo a conocer pueblos del pirineo Aragones y Catalan, devo decir que tristemente descubrí como los crios se expresaban de manera diferente a sus abuelos, en donde esta practica de la normalizacion se impuso, en cuanto a lo de no podernos acabar entendiendo con los vecinos es una sandez, llevamos cientos por no decir mas de mil años hablando lo mismo y entendiendonos entre nosostros y ahora aparece el problema al albur de ciertos iluminados, no es mas correcto decir que la Generaalitat recive un dinero de Europa por el numero de hablantes y si suman como tal los suyos mas los aragoneses, valencianos, baleares y ciertas zonas de murcia y corcega asi como el rosellon frances, su tajada es mayor que si solo pueden contar como catalan los suyos? ya que si cada cual denomina a los hablantes de una lengua en su territorio con el nombre que ellos determinen, estos dineros se repartiran entre todos y la tajada de la generalitat es menor, ese es el verdadero meollo de la cuestion las perras y no la cultura.

  3. Marco Antonio Joven Romero |Responder

    Artículo serio, directo e interesante. Curioso mapa, donde a la naturaleza y extensión del hecho lingüístico se le añaden algunas denominaciones propuestas desde el nacionalismo catalán (Catalunya Nord, Franja del Ponent…).

    Así pues, si los gobiernos, en tanto en cuanto representantes (malos representantes en este caso, como bien se apunta) de la población para la toma de decisiones de gobernanza, quieren crear unas categorías, taxonomías y nombres diferentes por motivos identitarios-políticos-ideológicos, bien pueden hacerlo, pero el hecho científico (es decir, aquel que partiendo de la experimentación sobre lo particular induce unas conclusiones con las que elabora unos marcos teóricos que luego se aplican deductivamente a las mismas cuestiones empíricas) es el que es, y no es otro más que el diasistema lingüístico al que pertenecen los dialectos e idiolectos de cada hablante de la zona oriental de Aragón, Cataluña y otras tantas zonas, es el mismo. Y así es como seguirá trabajando la ciencia. Hay espiritistas que dicen curar el cáncer, hay médicos que utilizan herramientas diferentes para ello: si lo segundo es ciencia y lo primero no es porque se utiliza una metodología concreta, que se indica muy brevemente en el paréntesis anterior.

    Ahora bien, señor Mendívil, me gustaría preguntarle por la «otra» lengua de Aragón diferente del español y del catalán, aquella que histórica y lingüísticamente está reconocida como heredera directa del romance aragonés, y que políticamente se reconocía previamente como aragonés y ahora como Lengua Aragonesa Propia del Área Pirenaica y Prepirenaica. Y cuando digo me gustaría preguntarle, lo hago desde la doble perspectiva, desde la puramente lingüística-científica (vuélvase al paréntesis anterior por si es necesario especificar qué se entiende por científico) como desde la perspectiva política-territoria. ¿Cuál es su naturaleza (por supuesto, más allá de ser un conjunto de dialectos, y estos de idiolectos, como ocurre con toda lengua y como usted bien ha dicho anteriormente)? Y partiendo de esta naturaleza, y de las cuestiones sociolingüísticas relativas a la misma lengua, ¿cómo debe ser su proceso de normativización y normalización? (si es que considera que debe ser; en caso contrario, le rogaría que me lo argumentase).

    En resumen, le pido que «se moje» sobre el aragonés, al igual que lo ha hecho sobre el catalán.

    Un saludo,

    Marco Antonio Joven Romero

    1. José-Luis Mendívil |Responder

      Estimado Marco Antonio:
      Sobre el aragonés me he pronunciado públicamente (le enlazo una referencia para no enrollarme aquí innecesariamente: http://www.academia.edu/2627382/_Es_posible_y_necesario_un_unico_aragones). En síntesis muy reducida, mi opinión es que las situaciones del aragonés y del catalán de Aragón son muy diferentes, en varios órdenes, complejamente interrelacionados: (i) la propia supervivencia de la lengua, mucho menor por la mayor presión del castellano (si cabe) en esos hablantes, (ii) el mayor grado de fragmentación dialectal (de Ansó a Benasque), (iii) la ausencia de una norma común aceptada y usada por los hablantes nativos de variedades aragonesas (que no sea el español) y (iv) el número real de hablantes nativos, muy inferior. Los cuatro factores relacionados, tal y como defiendo en el texto que le he referenciado, me hacen pensar que en el caso del aragonés sería más plausible y viable la preservación de las variedades existentes que el intento de acuñar una norma común a partir de la mezcla de las mismas. En mi visión (en este caso externa, pues no soy especialista en lingüística aragonesa), la regularización de los sistemas de conjugación, de los pronombres y de la morfología nominal destruiría en buena parte casi lo único que algunas variedades han conservado de aragonés, de manera que conseguiríamos que esos vestigios desaparecieran aún más rápido. En todo caso, tengo todo el respeto del mundo por quienes consideran factible y necesario ese camino. Pero no es el mío, ni me parece viable.

      1. Marco Antonio Joven Romero

        Independientemente del debate entre la promoción de una koiné en el aragonés o de las variedades, estamos de acuerdo en que las espectativas de supervivencia de la lengua son menores por la presión del castellano. Por ello, para su supervivencia considero que el aragonés debe tener la misma presencia (sino más, dentro de un plan de discriminación positiva, tal y como se aplicó en su día con el francés en Quebec) que el español en aquellas zonas en las que se habla tal lengua, y los cimientos para ello son la educación, los medios de comunicación y la administración.

        Dentro de esta visión, partir de las variedades supondría la elaboración de materiales didácticos en cada una de ellas para usar en los colegios e institutos de las zonas aragonesohablantes, formar a especialistas en medios de comunicación en cada una de las variedades y crear formularios y modos de relación con las administraciones en cada una de las variedades, cuando en la mayor parte de las ocasiones la diferencia se reduce, como usted bien a dicho, a los sistemas de artículos y a la conjugación en determinados tiempos verbales (especialmente el pretérito indefinido, que dicho sea de paso, fue muy bien estudiado por Navarro Tomás). No comparto el hecho de que esto sea «casi lo único que algunas variedades han conservado», pues se desprecia todo el componente léxico, ni que las diferencias entre los pronombres sean tan extremas, pues mayores son entre las variedades del español (vos, vus, tú, usted) y en este caso no hay problema para la normativización. En cualquier caso, el partir de las variedades sería un tipo de planificación lingüística que, además de no haberse llevado a cabo en ninguna lengua propia de una sociedad occidentalizada, supondría multiplicar los gastos tantas veces como tantas variedades se consideren.

        Siguiendo con lo adelantado anteriormente, y en referencia exclusiva a la cuestión lingüística, me atrevería a decir que las diferencias interdialectales del aragonés no son tan acusadas como las del español (ojalá tuviésemos detallados mapas de isoglosas para arrojar más luz sobre la cuestión, pero por desgracia no los hay); algo, por otro lado, normal, si se tiene en cuenta la amplitud del dominio geográfico de cada una de las lenguas. Las principales diferencias las encuentro en el sistema de artículos, en determinados rasgos fonéticos (refuerzo vocálico en prepalatales fricativas sordas en la mitad oriental del dominio aragonés, pero no así en la occidental. Nótese que esta cuestión también se da en el dominio del catalán y no ha supuesto problema para la normativización | seseo en el valle de Benasque. Nótese que la inmensa mayoría del dominio del español también sesea, y no ha supuesto problema para la normativización del español), en variaciones poco importantes en pronombres (nusatros, nusaltros, nusotros) y en la morfología verbal del pretérito indefinido, o de la primera persona del plural en el aragonés ribagorzano… Salvando alguna otra cuestión muy local, como la inversión de los complementos directo e indirecto en el aragonés cheso o las palatalizaciones de los grupos iniciales pl-, cl-, fl-, bl- en ribagorza, no veo mayores diferencias (dicho sea de paso, la misma inversión se localiza en el español de Coro, Venezuela, mientras que en el español desarrollado en la zona azteca localizamos grupos tl-, no comunes en el español común).

        El estándar ofrece un modelo culto, de referencia, que dignifica la visión de la lengua que los hablantes de la misma tienen, visión que como bien sabemos, es de una lengua vulgar, o en el mejor de los casos, adaptada a una vida rural que se abandona y deja paso a la sociedad contemporánea de las nuevas tecnologías. El hablante considera que el aragonés no tiene cabida en la misma (desde luego que en realidad no tiene por qué ser así, y que de hecho se tiene hasta una versión de firefox en aragonés), y si antes era la influencia del español la que hacía perder la lengua, ahora es un nuevo tren de vida (dicho sea de paso, muy influenciado por lo anglosajón) el que la amenaza. Esta amenaza, sin un estándar, no se resuelve. Así, a los argumentos económico y lingüísticos anteriores, le añado el presente sociolingüístico.

        Creo también que la eliminación de las variedades diatópicas debido a la presión de un estándar es un fenómeno que tenemos bien cercano, sin ir más lejos en la lengua que hablamos. Las características propias del castellano de Aragón, centradas especialmente en el léxico propio, buena parte de él de origen aragonés, desaparecen por falta de transmisión generacional. Sin embargo, este es un fenómeno que no parece ocurrir en otras variedades del español, como la andaluza (si bien tengo que reconocer que esto último no ha sido objeto de un estudio profundo por mi parte). En cualquier caso, plantearse una planificación entorno a las variedades para una lengua en peligro, como el aragonés, y no plantearse defender una variedad diatópica del español propia de Aragón y en peligro, me parece incoherente, y hasta cierto punto cínico.

        En cuanto a su tercer argumento, la ausencia de una norma aceptada, no veo su fuerza para argumentar tal posición en favor de las variedades y en contra de una lengua estándar. La koiné se crea, no nace, ocurre así con todas las lenguas que poseen un estándar y el ejemplo más cercano es el del español (en donde, dicho sea de paso, nunca se me ha preguntado si acepto tal modelo de estándar, y creo que a usted tampoco). Es más, el aragonés se aproxima más a la creación de una koiné natural que el español (y me atrevería a decir que la mayor parte de las lenguas que tienen una koiné), por una sencilla razón geográfica: los altos valles confluyen en depresiones y valles a mitad de camino entre aquellos y el prepirineo, dando una homogeneidad a la lengua de estas zonas, que se extienden desde La Canal de Berdún hasta la Guarguera (históricamente Serrablo) y llegar a La Fueva. En todo este área, y su extensión hacia el sur en la zona de Ayerbe y el aragonés ya desaparecido de la Hoya de Huesca y el casi desaparecido del Somontano de Barbastro, no se puede discutir la homogeneidad en las soluciones adoptadas entorno a las cuestiones antes debatidas. Así que, además de que la norma no nace sino que se hace, en el aragonés la cuestión es bastante más sencilla; si bien es cierto que donde goza de mayor vitalidad el aragonés es en los altos valles, pero como ya he dicho, las diferencias no son tan extremas como para imposibilitar la creación de una norma, y vuelvo a repetir, son menores que las del español.

        Su cuarto argumento, el de un reducido hablante de hablantes patrimoniales, no veo qué fuerza puede tener en la defensa de una promoción entorno a las variedades y no entorno a un estándar. Es más, creo que es argumento a utilizar por las posiciones que defienden la koiné: ante la fragilidad, es la unión la que hace la fuerza (si bien, vuelvo a repetir, una unión bien gestionada, que sea útil y dignifique pero no elimine las variedades diatópicas ni mucho menos aquellos rasgos de los que se puedan alimentar los idiolectos, máximos exponentes de libertad en el tema que nos atañe. Vuelvo a hacer referencia a la desigual influencia que tiene el español estándar sobre las variedades andaluza y aragonesa).

        En resumen, creo que no nos podemos permitir llevar a cabo experimentos de normativización en una lengua con una situación tan delicada como el aragonés, y que debe sesta debe ser vestida por una koiné que la proteja de las inclemencias lingüísticas y sociolingüísticas externas.

        Agradezco su respuesta y espero atentamente una nueva contestación,

        Marco Antonio Joven Romero

  4. José-Luis Mendívil |Responder

    Estimado Marco Antonio: dado lo documentado y largo de su comentario (y dada la actual falta de tiempo que padezco) he pensado que mejor le respondo más desahogadamente en un nuevo post en este mismo blog, en un par de días.

  5. […] José Luis Mendivil: La importancia de llamarse catalán. […]

  6. El mar de fondo no es científico; el mar de fondo no es social; el mar de fondo no es lingïstico… El mar de fondo es político. Responde a la política caníbal del nacionalismo político catalán; responde al delirio colonizador de la política nacionalista catalana; responde a una patética idea de «imperio» que signa toponimias espurias con este fin. Sin embargo, semejante actitud colonialista genera a la postre tormentas científicas, sociales y lingüísticas que no parecían estar ni en los laboratorios, ni en la calle, ni en las aulas. Pondré tres ejemplos: a) la irresponsable y acientífica defensa de «pernil» como entrada léxica propia del catalán formulada por el ilustre Joan Corominas (y que fue conveniente e irrefutablemente contestada por el profesor Calderón); b) las oficinas de delación lingüística de la Generalidad; c) las fuertes sanciones económicas por no rotular en catalán (que -siendo igualmente sancionables- se obvian cuando, por contra, no se rotula en castellano).
    El uso de la lengua propia debe ser defendido con análogo rigor y énfasis que el de la vida, pero no puede hacerse agrediendo a otras. La moral política -por definición perversa- ignora principios tales, y tampoco para en mientes cuando ha de responder políticamente: léase la hilarante sandez de la ley de lenguas del sandio Gobierno de Aragón.

  7. Muy bueno el artículo. De todas maneras, en los comentarios se habla de un «imperialismo catalán» que cualquiera que haya vivido en Cataluña 30 años como yo, sabe que no existe. En Barcelona al menos apenas se conoce la existencia de la Franja. Cuando me oían hablar en un acento no barcelonés, se pasaban al castellano rápidamente. Me costaba Dios y ayuda que me continuaran hablando en nuestra lengua común. Hay mucha ignorancia sobre el tema si no es en círculos muy concretos. Creo que el imperialismo que realmente ha triunfado es el castellano (de la corona castellana, quiero decir), puesto que está tan asentado que nadie se queja de él, cuando es el que ha destruido las identidades españolas diferentes. No veo esta visceralidad, por ejemplo en Manuel Martínez contra la lengua que realmente ha destruido a las otras, principalmente al aragonés. En fin, no me alargo más, pero me gustaría que se miraran las cosas también desde este punto de vista. Tenemos muy arraigado, especialmente aquí en Aragón, el anticatalanismo, y esto nos impide ver que han hecho con nuestra cultura desde el centro de poder verdadero: Madrid.

  8. Reblogged this on arturocelma and commented:
    Una buena reflexión

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