Algo más sobre la revitalización del aragonés (y prau)


Considérense dos opciones, A y B:

A. Existen variedades aragonesas (cheso, benasqués, etc.) en serio peligro de extinción. No hay que hacer nada al respecto, dejemos las cosas como están y en unas pocas generaciones ya no vivirán hablantes nativos de las mismas y habrán desaparecido (y además, habría que alegrarse, porque todo el mundo debería hablar español y solo español).

B. Existen variedades aragonesas (cheso, benasqués, etc.) en serio peligro de extinción. Dichas variedades son un patrimonio cultural de primer orden y la sociedad aragonesa debería protegerlas, así como defender los derechos lingüísticos de sus hablantes. Sin embargo, es cuestionable que este objetivo se pueda conseguir con la elaboración e instauración oficial de una koiné pan-aragonesa y sería más efectivo fomentar y apoyar el uso y la transmisión de dichas variedades en las zonas en las que se hablan.

En mi anterior entrada al respecto defendí con mis mejores argumentos (atinados o no) la opción B, tal y como había hecho en el pasado en artículos de revistas y de prensa. Sin embargo, buena parte de los comentarios que se han hecho a dicha propuesta (véanse) me han tratado como si hubiera defendido la opción A. Así, por defender B se me ha dicho literalmente que soy una persona indigna, se ha cuestionado mi capacidad docente, mi estatus de profesor universitario y mi objetividad como científico, se me ha acusado de facha y de nacionalista español y hasta (yendo incluso más allá de lo que describe la ya indefendible opción A) de conspirar para intentar provocar la desaparición del aragonés (!).

Anticipaba esto en mi entrada original y decía que me daba risa, por no decir ganas de llorar, pero es más bien lo último, porque me quedé corto al calibrar el grado de fanatismo y de incapacidad de discernimiento de algunas personas.

Tales reacciones solo tienen dos explicaciones: o bien sus autores no son capaces de distinguir entre A y B, o bien simplemente no han leído el texto con detenimiento y lo han comentado basándose en otros indicios o en prejuicios. Sospecho que lo segundo es lo más probable, pero me preocupa más que haya personas que, habiendo leído la propuesta, sigan interpretando A donde pone B.

Como no quiero cuestionar la capacidad cognitiva de nadie, colijo que si alguien lee B pero entiende A es porque establece la siguiente deducción: sin una koiné pan-aragonesa es imposible preservar el aragonés, luego el que rechaza la confección e instauración de la koiné, en realidad será culpable de la desaparición del aragonés (y además es un facha españolista). Dejo a los lógicos la finura del silogismo y de su conclusión; lo relevante es que la premisa principal es obviamente cuestionable, y eso es en lo que yo entraba (insisto, con razón o sin ella), pues es una cuestión estrictamente empírica. Dicha premisa, sin embargo, es considerada por algunos como si fuera revelación divina, lo que automáticamente lleva a quien la cuestiona al estatus de hereje (¡viva la ciencia!).

Mi diagnóstico de la situación lingüística y sociolingüística actual de las variedades aragonesas me lleva a pronosticar que el tratamiento más adecuado es el descrito (sucintamente) en B y que la opción de la koiné es poco realista, y que incluso tendría un efecto deletéreo en lo poco que se conserva de la tradición lingüística de los valles del alto Aragón. En mi opinión, pues, la situación B está en conflicto con la opción C, que se supone que es la que defienden quienes me insultan en sus comentarios:

C. Existen variedades aragonesas (cheso, benasqués, etc.) en serio peligro de extinción. Dichas variedades son un patrimonio cultural de primer orden y la sociedad debería protegerlas, así como defender los derechos lingüísticos de sus hablantes. Este objetivo solo se puede conseguir con la elaboración e instauración oficial de una koiné pan-aragonesa.

El que quiera ver ideología política en la preferencia por B o por C es simplemente un necio (a no ser que entienda A por B, en cuyo caso tiene un problema de comprensión lectora, claro). La controversia entre las opciones B y C es la habitual en la arena científica y académica de cualquier tipo (o en cualquier consulta médica o despacho de ingeniería) y su resolución implica simplemente examinar nuevos y mejores datos de los que en la actualidad tenemos y analizarlos adecuadamente.

Lo que creo que realmente explica la acritud de los comentarios en reacción a mi defensa de B (o sea, lo que explica por qué algunos leyendo B entienden A) es mi afirmación de que, si estoy en lo cierto en mi diagnóstico (que bien podría no estarlo), entonces la opción C tiene peligro de convertirse en la opción D:

D. Existen variedades aragonesas (cheso, benasqués, etc.) en serio peligro de extinción, etc. El objetivo de protegerlas solo se puede conseguir con la elaboración e instauración oficial de una koiné pan-aragonesa, y aunque los hablantes nativos no usaran nunca esa variedad, daría lo mismo, porque la usarán los neohablantes y se habrá instaurado oficialmente una nueva lengua aragonesa, compensando así la injusticia histórica de la desaparición de la antigua.

No afirmo que todo el que apoya la opción C en realidad desee la opción D (sería el mismo pecado que he señalado en mis críticos), pero sí sospecho que algunos de los que me han insultado en este blog lo han hecho porque tampoco son capaces de distinguir entre C y D. Yo sí.

5 comentarios

  1. […] Algo más sobre la revitalización del aragonés (y prau) | Zaragoza Lingüística. […]

  2. Marco Antonio Joven Romero |Responder

    Agradezco la atinada exposición lógica de las diferentes posturas que uno puede encontrar en lo concerniente a la normalización del aragonés y siento no haber puesto enviar esta respuesta antes.

    Le pido que admita una modificación en la formulación de C para que pueda encontrarme a gusto adscribiéndome a ella:

    Existen variedades aragonesas (ches, benasqués, etc.) en serio peligro de extinción. Dichas variedades son un patrimonio cultural de primer orden y la sociedad debería protegerlas, así como defender sus derechos lingüísticos de sus hablantes. LA MANERA MÁS ADECUADA DE CONSEGUIR ESTE OBJETIVO ES con la elaboración e instauración oficial de una konié pan-aragonesa.

    ¿Cuáles son los motivos que me llevan a pensar ello? Resumiré lo más brevemente posible los principales argumentos, ya expuestos en los comentarios de los posts anteriores:

    * Creo que la supervivencia pasa por igualar las oportunidades de ambas lenguas en todos los ámbitos (educación, administraciones, medios de comunicación, nuevas tecnologías, etc.) y para ello se precisa de un (o unos) proceso(s) de normativización. Estos procesos pueden hacerse directamente sobre las variedades o bien sobre la lengua estándar. No cabe duda que la opción primera resulta mucho más costosa económica y temporalmente, además de que no conozco ningún caso de política lingüística similar (lo más parecido se da con las cuatro grandes subvariedades del occitano) que podamos tomar como modelo.

    *Por mucho que se diga lo contrario, las diferencias interdialectales en el aragonés no son acusadas en exceso, y más cuando la geografía del Alto Aragón ha permitido una homogeneización natural en las llanuras situadas entre el Pirineo y Prepirineo, homogeneización que se extiende por las sierras prepirenaicas y somontanos, si bien es cierto que son zonas donde el aragonés -salvo puntuales excepciones- ya ha desaparecido.

    *El modelo estándar ofrece una modelo culto que ayuda a dignificar la lengua, algo muy importante en una lengua cuyos hablantes tienen o han tenido una visión tan pesimista de la misma.

    *La ausencia de una norma aceptada no debe ser argumento para la no creación de la norma. La mayoría de los hablantes de aragonés no muestran interés ni rechazo sobre la misma, y su ausencia contribuye a eliminar la identidad de lengua incluso al propio hablante, creando un círculo vicioso. Una parte de los hablantes de aragonés -mayor o menor, pero una parte existente, que por tanto ya crea una necesidad social- cree necesaria la adopción y promoción de la norma entre los hablantes.

    *Ante la fragilidad de las variedades, una unión bien gestionada de las mismas a través de una koiné les otorga mayor posibilidad de supervivencia.

    Asimismo, he ofrecido ejemplos de casos similares a los del aragonés, unos desacertados al ser el contexto muy diferente -el francés de Quebec- pero otros bastante parecidos -al menos usted no ha dicho lo contrario-, como el iroqués, el romanche o el asturiano. Estos precedentes nos muestran que no hay catástrofes económicas relacionadas con la normativización de las lenguas y que, al menos, el proceso de pérdida se ha ralentizado, cuando no ha mejorado la situación de la propia lengua. Estos ejemplos nos ofrecen también interesantes vías de aplicación de políticas lingüísticas una vez normativizada la lengua.

    Usted defiende la opción B. Ahora le preguntaría, ¿en qué se basa para creer que una política lingüística basada en las variedades resularía más beneficiosa para el aragonés? Hasta donde alcanzo a entender leyendo sus escritos, creo que los motivos son económicos y de dificultad de aplicación de la koiné. Así, dice usted: »siempre he defendido que el esfuerzo social y político debería estar en proteger y estimular la transmisión tradicional de esas lenguas (donde realmente se hablan) y prestigiar y fomentar su uso en el ámbot local. Un factor crucial en esa tarea es el esfuerzo en mantener la población en su lugar de origen, estimulando el desarrollo de la economía rural y agrícula frente a la urbana y evitando así la diáspora de las nuevas generaciones». Ya le he expuesto que esta visión -llamémoslo »idealizada»- de la vida rural es muy urbanita -no puedo evitar pensar en autobuses de zaragozanos subiendo a ver el »exótico» trabajo de un pastor del Pirineo, pero que la realidad del joven pirenáico, aque cuyos padres y abuelos aún hablan aragonés, es muy distinta: tiene los mismo intereses que un joven de Zaragoza. Así, hay que saber gestionar esta realidad y la realidad cultural de donde viene para adaptar esta última a las nuevas formas de vida: o adaptamos el aragonés al mundo actual o el aragonés desaparecerá, porque ningún joven quiere vivir anclado en los modos de vida de antaño.

    En cualquier caso, le lanzo otra pregunta (segunda) relacionada con la anterior, ¿qué referentes previos conoce usted de política lingüística sin normativización de una lengua al estilo que propone? Y de existir -yo no conozco ninguno- ¿cuáles han sido sus resultados?

    Una tercera pregunta, relacionada con lo que usted propone, es la siguiente: ¿cómo aplicaría usted su solución al problema del aragonés? Utilizando sus palabras, ¿cómo »fomentar y apoyar el uso y la transmisión de dichas variedades en las zonas en las que se hablan»?

    En resumen, le pregunto en los motivos científicos que le llevan a creer que B es mejor que C, cuáles son los referentes o ejemplos similares que encontramos (de la opción C ya le he propuesto tres) y cómo se aplicaría directamente la opción B (al fin y al cabo, también es labor de los científicos -al menos en parte- preocuparse por la aplicación de sus experimentos).

    Por último, déjeme decirle que su crítica hacia un proceso de normativización del aragonés entorno a un estándar en el que mucha gente ha trabajado -bastantes en la normativización y la normalización del aragonés, tanto sobre estándar como directamente desde las variedades-, es sospechosa cuando no conozco ningún trabajo suyo en pro del aragonés. Conozco sus artículos criticando la postura C y la D (en este último caso estamos completamente de acuerdo), pero no conozco ningún trabajo constructivo desde la postura B. Uno de estos artículos de crítica tan feroz es »Lenguas en peligro y lenguas peligrosas: Lingüística, política lingüística y política a propósito de la llamada lengua aragonesa». En otras palabras, mientras conozco muchas críticas suyas hacia el proceso de normativización del aragonés, no conozco ningún trabajo suyo ni ninguna actuación suya en pro de la normalización, dignificación o estudio de ninguna de las variedades. Tal vez sea por eso que mucha gente cree que defiende A y no B, entre los que estaba yo; pero si usted insiste en que defiende B, le creeré y estaré más contento. De la misma manera le digo: no crea que yo – y diría que ni la gran mayoría que trabajamos ACTIVAMENTE por el aragonés- creemos D, sino C.

    Marco Antonio Joven Romero

    1. José-Luis Mendívil |Responder

      Nunca me he ocupado desde un punto de vista científico del aragonés, porque no es mi especialidad ni mi dedicación y no soy competente para ello, a diferencia de muchos de mis compañeros de departamento que sí lo hacen y lo han hecho. Pero lo poco que he escrito sobre el aragonés (que, en efecto, ha sido para cuestionar la viabilidad de la creación y extensión social de una koiné panaragonesa) ha sido precisamente en defensa de las variedades habladas. Ahora bien, no soy un activista, ni quiero serlo.

  3. Marco Antonio Joven Romero |Responder

    Qué fácil es criticar sin aportar nada constructivo…

    Reprender a los demás es muy fácil, pero es muy difícil mirarse bien a sí mismo » San Francisco de Sales

    La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos; la cosa más fácil, hablar mal de los demás » Epicteto

    Si nosotros somos tan dados a juzgar a los demás, es debido a que temblamos por nosotros mismos » Oscar Wilde

    1. José-Luis Mendívil |Responder

      Gracias. Muy originales palabras.

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